miércoles, 17 de julio de 2013

Libre

Un pájaro en la jaula
luchando por salir,
queriendo la libertad
de poder en paz vivir.

Sueña con escapar,
desea poder sentir,
el viento bajo sus alas,
su sueño al fin cumplir.

Jesús Dorado Blanco

sábado, 13 de julio de 2013

La Batalla de Gravelinas

 Corría el verano del año 1558 de Nuestro Señor. Cerca del pueblo de Gravelinas marchan las tropas del conde de Egmont al toque del tambor. En el centro los tercios españoles avanzan serenos y silenciosos.

En frente está el ejército francés comandado por el mariscal de Thermes, que vuelve a Francia tras una campaña de saqueos culminada con la conquista de Dunkerque y Nieuwpoort. Se encuentra encajonado con el río Aa a su espalda, el mar a su izquierda y su impedimenta a la derecha. Aún así los franceses están confiados: su número es sólo ligeramente menor, tienen una buena posición y los flamencos y españoles habían dejado atrás los cañones para poder alcanzarlos antes de que llegaran a Francia.

El conde de Egmont, comandante del ejército hispano-flamenco, dispone sus fuerzas en media luna con la caballería a los flancos. Enseguida los franceses empiezan a cañonear para intentar desorganizar las filas de infantería y al advertir algún hueco, lanzan a la caballería a la carga. Egmont ordena detener la carga con fuego nutrido de arcabuces y con una contracarga de los flancos. La caballería francesa queda aniquilada.
 

  Los infantes españoles en un audaz movimiento se apoderan de la impedimenta y los bagajes en el flanco derecho francés y se atrincheran hostigando a las filas francesas. Al tener el río a sus espaldas solo se pueden replegar hacia el mar. Allí unos 12 barcos vízcainos e ingleses, aliados temporales, les bombardean causándoles numerosas bajas. Al ser insostenible la posición, los franceses emprenden una retirada desordenada, fácil objetivo para los jinetes hispanos.

El resultado de la batalla no pudo ser peor para Francia: un ejército entero destruido, el mariscal de Thermes capturado y el camino hacia París expedito para las fuerzas enemigas. Esta derrota provocó que los franceses se avinieran a firmar el Tratado de Paz de Cateau-Cambrésis que puso fin a ocho años de guerra y duró un siglo.

Era 13 de julio, día de San Enrique, santo del rey francés Enrique II.

Jesús Dorado Blanco
Dedicado a Pablo Úrbez.

miércoles, 10 de julio de 2013

A Sangre y Fuego

 
A mediados del siglo XVII la República Polaco-Lituana era la mayor potencia de Europa Oriental. Abarcaba un territorio vastísimo, lo que hoy sería Polonia, Lituania, Letonia, Bielorrusia, parte de Rusia y parte de Ucrania, casi un millón de kilómetros cuadrados. En un año todo cambió.

Los cosacos se sublevan en la frontera oriental, miles de campesinos ucranianos se les unen. Por si fuera poco las hordas tártaras se alían con los rebeldes en busca de botín y fortuna. Toma forma una guerra de enormes proporciones que tendrá su punto culminante en la defensa y asedio de Zbaraj.

File:Husarz1.jpgEn medio de todo esto, dos hombres se pelean por una mujer, Elena. Juan Kretuski es teniente de los húsares del principe Visnovieski, un hombre de honor que antepone a todo el deber. El otro es Bohun, un atamán cosaco leal, que sin embargo no dudará en hacer lo que haga falta para conseguir a la chica.

El autor, Henryk Sienkiewicz (autor de Quo Vadis? y Premio Nobel de Literatura) nos presenta una epopeya digna de Homero, un relato que se ha hecho un hueco en la Literatura Universal por derecho propio, una historia que es imprescindible conocer.

Jesús Dorado Blanco